Programada desde 1929, la obra ha adquirido una fuerte relevancia política y estética para la ciudad de Roma, tanto es así que, a la fecha, es el único puente de acero que cruza el río Tíber en el centro histórico: todas las operaciones de obra fueron supervisadas por un grupo de arqueólogos por si, durante las tareas, surgían hallazgos históricos de la época romana.
Puente de doble arco con una longitud total de 190 metros, una luz neta entre los arcos de 182 metros y un tablero con una anchura variable entre los 17 y los 20 metros. Su instalación ha comenzado desde las cepas con ayuda de torres provisorias sobre las orillas hasta donde fue posible, mientras que las dovelas sucesivas han sido instaladas en voladizo con ayuda de dos torres temporales de aproximadamente 30 metros de altura, con un sistema de cables, utilizando el principio de los puentes atirantados. Los dos arcos divergentes han sido instalados con posterioridad y fijados, por un lado, a un solado encastrado en una estructura de maderos, apoyando, por el otro lado, sobre dispositivos de apoyo deslizables. La obra presenta la particularidad de 6 cables compuestos por 55 cordones coaxiales al tablero que soportan su peso y eliminan la presión. Durante la construcción, por etapas sucesivas, estos 6 cables han sido pretensados progresivamente, reduciendo la tensión de los tirantes provisorios, llevando el comportamiento estructural del puente del tipo atirantado al tipo de arco. Esta solución permite que los arcos soporten el peso de la notable luz del tablero y mejora además las prestaciones sísmicas de la estructura.